Lo normal es sentirse bien, decía aquella propaganda de yogures, que dieron hasta el hartazgo. Sin embargo, y aunque el yogur no es de mis postres favoritos, la frase se me quedó porque es una gran verdad. De hecho el bienestar es algo tan natural, que en cuanto nos falta, nos damos cuenta de su ausencia enseguida.
Nadie ha visto aún en la naturaleza, a un pez agobiado, una palmera con depresión, un elefante acomplejado por su cuerpo, o un águila llena de rencor. El bienestar es inherente a la naturaleza de todos y cada uno de los seres que poblamos este fantástico planeta. Los seres humanos somos los únicos que nos podríamos olvidar de una cosa así. Y lo olvidamos, con mucha frecuencia.
Somos seres muy complejos, esa es también una verdad, y esta complejidad puede ser a la vez una bendición, que lo contrario. Nos conforman partes interiores, que no siempre se ponen de acuerdo. Todos hemos vivido el conflicto de la razón y el corazón, de la indecisión, la incertidumbre, la frustración, la culpa, el dolor… porque tenemos una mente separada que piensa, cataloga y etiqueta los hechos, las circunstancias y a las personas de nuestra vida, y creamos con ella toda una historia personal y ajena, que acaba convirtiéndose en una verdad, muy limitada, pero es nuestra verdad. Dentro de ella, por defecto y/o por programación social, tenemos algunas veces la tendencia de acabar convirtiéndola en un drama.
Entonces, sobreviene el malestar, que cumple la función de alertarnos de que algo no va bien. Visto así, parece muy oportuno, y de hecho lo es. Bienvenido sea!. La cosa empieza a complicarse cuando aceptamos el malestar continuo como un hábito de vida. Es entonces el momento de despertar del letargo y buscar alternativas que nos devuelvan ese bienestar que tan íntimamente reconocemos como nuestro.
En mi experiencia personal, yo lo he reencontrado más allá de la cortina de humo que conforman mis pensamientos y dudas y mis emociones alteradas, muy cerquita, en la calma del centro de mi Ser.
Cuando las personas me preguntan acerca del poder curativo del Reiki, les digo que curar el cuerpo es tan sólo una faceta suya, lo mismo que la curación mental/emocional, ambas cosas muy deseables, por supuesto, sin embargo, lo más relevante y profundo que puedo resaltar es la posibilidad que me ofrece para entrar de nuevo en contacto con la realidad trascendente que me habita por dentro. La calma y el bienestar interno que su práctica y su enseñanza me reporta es lo que anhelo, porque abre mi corazón, y me permite fundirme con la Unidad de toda la vida y me trae de vuelta al mundo sencillo donde todo es fácil, y absolutamente natural..
©Rita Páez – http://ReikiEnCastellon.com
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