El diccionario define la palabra combustible como “sustancia que al arder produce calor o energía aprovechables”… ¿aprovechables para qué? para funcionar.
Leña, carbón, gasolina, kerosene, gas natural, gases licuados derivados del petróleo, etc., todos sabemos para qué son útiles y qué aparatos hacen funcionar.
En el cuerpo físico, los combustibles serían carbohidratos, proteínas, y lípidos, que proporcionan energía para el movimiento de los músculos, el crecimiento y los procesos de renovación y regeneración celular, etc.
¿Y cómo la energía vital puede servirnos de combustible también para ello y para otros procesos internos y sutiles?
El concepto de energía vital se conoce desde antiguo en numerosas culturas, para los chinos se denomina Chi, para los griegos es conocido como Pneuma, los hindúes lo denominan Prana, para los japoneses es el Ki. Para el mundo occidental empieza a ser conocido recientemente, a través de la introducción de disciplinas como el Tai Chi, Chi Kung, el yoga, la acupuntura, entre otras, y como no, el Reiki.
Una definición sencilla sería la de una energía sutil que recorre nuestro organismo, se acumula en ciertos puntos del cuerpo y cuya falta o exceso produce enfermedad o desarreglos tanto psíquicos como físicos.
Partiendo de esta premisa, y obviamente de la experiencia personal de ese concepto, me doy cuenta cada día de cómo la energía vital lo es todo. Es la vida, lo cuál es una obviedad (va implícito en el término); la energía vital mantiene el cuerpo con vida y cumpliendo sus procesos, pero lo que a veces no parece tan obvio (por indefinible) es que la energía vital sea un aspecto tan clave para un recto pensar, un buen sentir y una excelente relación con uno mismo, con las personas y con todo el ambiente que nos rodea.
La falta de ánimo, el cansancio, la falta de alegría, o de motivación, la melancolía, la depresión, el miedo, la ira, etc., aunque puedan obedecer a unos procesos muy concretos (experiencias de vida), no dejan de ser faltas de energía vital, y/o de un buen fluir de la misma dentro nuestro. Todos hemos experimentado situaciones difíciles, dolorosas, desafiantes, traumáticas o estresantes que nos dejan sin fuerzas. Y por mágico, extraordinario, o increíble que pueda resultar a quienes desconocen éstos conceptos, encontraremos bastante impulso, para sobreponernos, y aún arreglo a ciertas situaciones, cuando nuestra energía vital vuelve a estar reorganizada.
Existen muchas vías para reorganizar nuestra energía, desde acciones tan aparentemente banales como recoger el desorden físico a nuestro alrededor, hasta hacer algún tipo de ejercicio físico, la danza, escuchar música, realizar una tarea que nos gusta o tomar baños de sol, y también otras que demandan nuestra implicación, como la realización de cualquiera de las disciplinas orientales antes mencionadas. Más dado que el tema que me ocupa en este blog es el Reiki, a ello me referiré como combustible vital.
Reiki para mí es una de las formas más sencillas (y bastante cómoda por cierto) de reorganizar nuestra energía interna de manera rápida y eficaz. De hecho, puedes aplicarte Reiki a ti mismo (o recibirlo de alguien más) tumbada/o en la cama, camilla, en el sofá, en la alfombra, en una colchoneta, etc., es decir, en una posición absolutamente cómoda y disfrutar de un acto sencillo que puede aportarte un gran beneficio. La relajación es inmediata, y no sólo descansa el cuerpo, también lo hace la mente, que se serena y aquieta, y las emociones que encuentran un dulce cauce. Una experiencia tan corta como 30 minutos, puede fácilmente reportarte el descanso de una siesta de varias horas y ello está al alcance de tus manos (¡literalmente hablando!).
Por eso te animo a usarlo con frecuencia, Reiki es un poderoso combustible!
©Rita Páez – http://ReikiEnCastellon.com
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