Durante muchos años con la práctica de Reiki, he llegado a ser testigo de su forma de trabajar, tanto en las evidencias de su influencia más llamativas, como en las formas más sutiles de cambio de conciencia que pueden pasar a veces desapercibidas para el practicante o receptor distraído.
En un primer momento, Reiki otorga gran relajación, una distensión importante de la mente que suelta sus aferramientos compulsivos, una tranquilidad emocional y una sensación general de gran vitalidad. De pronto podemos dejar a un lado todas las cargas interiores que nos oprimen (y aún alguna exterior) y volvemos a ser más libres, más auténticos.
La sorpresa posterior es que este estado no dura mucho. Basta con suspender la práctica debido al bienestar conseguido, para que la casa interna en breve vuelva a ser invadida por los viejos hábitos mentales y emocionales desgastantes que constantemente estamos generando. Parece que el alcance del combustible es limitado y de hecho así es, ¿no pasa lo mismo con el del coche? se precisa de más, para poder seguir funcionando de manera óptima como veníamos haciendo.
El tema está en que para ello, a pesar de ser tan sencillo y poderse practicar en la comodidad de la cama, el sofá o la tumbona, se requiere un esfuerzo, más actitudinal que físico, un compromiso con uno mismo, y ya se sabe todas las resistencias que podemos poner ante el sacrificio de una pequeña parte de nuestro tiempo, por más que redunde en nuestro propio bienestar.
Este es uno de los primeros tropiezos que como practicantes reikianos podemos experimentar. El otro, aún más resistente, es el que ocurre cuando la relajación inicial de los primeros días se transforma con el tiempo en una removida interior que pone de manifiesto nuestra temida sombra, que no es más que esas vergüenzas personales que preferiríamos ocultar hasta de nosotros mismos, nuestros miedos, angustias, achaques, y antiguos asuntos enquistados en nuestra pisquis que causan malestar y ponen de relieve emociones incómodas que no tenemos ninguna gana de tolerar, ya no digamos trascender, atravesar, integrar…. ¿cómo se come eso?
Si la primera razón de abandono de la práctica de reiki era muy fácil, ésta se convierte en un escurrimiento de bulto total, sale disparado como resbalando en mantequilla vamos, después de todo ¿quién quiere pasarlo mal? Entiendo que habrá otras razones para abandonar la práctica, más estas dos son las más frecuentes de las que tengo conocimiento por experiencia propia o ajena.
Pues bueno, en mi experiencia, debo haberme resistido como la que más, incluso una vez estuve un año entero sin practicarlo, sin embargo, cuando finalmente volví a ello, dejé a un lado la cobardía y me lié con los demonios interiores, sólo entonces pude mirarles a los ojos y descubrir que en el fondo eran una protección para mí, aliados disfrazados de adversarios en un juego diseñado para autoconocerme y favorecerme en todos los sentidos.
Cuando me resistí, estuvieron ahí, siempre fieles, asustándome una y otra vez. Cuando me digné a verles a la cara, sólo vi AMOR, algo que había deseado tanto…. Es como una de esas pesadillas nocturnas donde un matón te persigue a muerte y tú huyes despavorido, y de pronto, en un momento dado, sin saber cómo ha ocurrido, acaba transformándose en un gran amigacho tuyo y se van a divertir juntos por ahí. Una metáfora brillante de nuestro subconsciente, no lo crees?
Una vez trascendidos los velos de esa ilusión, me encontré a salvo en la otra orilla, pero para eso tuve que aferrarme al tronco del Reiki (junto con otras herramientas de apoyo complementario), no soltarlo mientras durase la tormenta (que nunca era tan larga como mis oscuras previsiones) y apoyarme en el cuando mi reacción más habitual era huir, suspender todo tratamiento y volver a la cálida seguridad de la ignorancia.
Confieso que a cambio obtuve más canas en mi cabeza, me hice más sabia, adquirí nocturnidad y una sensación de logro y progreso que nada ni nadie puede arrebatarme. De haber abandonado una vez más la fea empresa, me hubiese quedado en el mismo sitio, con los mismos problemas que cíclica y periódicamente venían a atormentarme, y generarme esos bucles de entropía mental/emocional que siguen un patrón bien conocido y que son nuestros bloqueos más persistentes, que se la pasan constantemente amenazando los cimientos de nuestro bien estructurado y mal acorazado mundo interno. Esto es lo que posteriormente deviene en las llamadas “crisis curativas” que tan buena y mala prensa tienen dentro del mundo reikiano… pero esto será tema de otro post.
Con los años he descubierto una clave importante detrás de todo ello, que radica en la falta de amor incondicional hacia uno mismo… (si, también será objeto de otro post). Me he hecho guerrera de mi propia luz, porque sé que las batallas continúan y debo estar en guardia contra el olvido de mi misma.
Mientras tanto ¿qué tal tu historia de amor/odio con el Reiki o con lo que sea que utilices para reencontrar tu más legítimo bienestar? ¿me cuentas cositas?….. soy toda OjOs…
©Rita Páez – http://ReikiEnCastellon.com
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