“No somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual; somos seres espirituales viviendo una experiencia humana”.
Teilhard de Chardin.
Cuando leí esta frase por primera vez me quedé en ese silencio interno que no admite palabras, réplicas, discusión e incluso pensamiento alguno, digamos que es el silencio de la comprensión y certeza profundas, del contacto con la verdad interna que con ella resuena.
Para quienes se inician en el mundo de los saberes metafísicos (más allá de lo físico) o en conocimientos basados en el manejo de la energía de naturaleza espiritual, estas palabras empiezan a tener sentido en la misma medida en que reaprenden de nuevo a tomar contacto con la energía propia y ajena. Entonces deja de ser una teoría para convertirse en una realidad viva.
Muchas personas que se me acercan preguntado por el Reiki, lo primero que quieren saber es si cura, y acto seguido qué puede hacer por ellas. La respuesta no es fácil ni corta, realmente puede hacer MUCHO, por quién decida andar su senda con entereza e implicación verdaderas.
Si tuviera que resaltar uno solo de sus efectos me quedaría con la posibilidad de mantener tu energía vibratoria siempre alta, que no es poco.
Se necesita combustible para encender un fuego, para poder conducir un coche, necesitamos combustible para el cuerpo cada día en forma de alimento y aire a fin de funcionar óptimamente. Del mismo modo necesitamos combustible espiritual o energético a diario, dado que nuestra otra realidad, esa que no vemos pero que somos en esencia (seres espirituales), funciona a base de ello. No hay más.
Obviamente, el combustible energético o espiritual, no proviene sólo del Reiki (aunque es uno de mis métodos favoritos :-), existe una amplia gama de recursos como la oración, la meditación, la respiración consciente y muchas otras disciplinas psicofísicas y energéticas que cumplirán igual cometido. La cuestión es que este asunto no está siempre muy valorado, y algunas veces ni siquiera es considerado ni tomado en cuenta lo suficiente, ni aún por los propios practicantes.
Desde mi experiencia personal (la única de la que puedo dar fe), el día a día, la vida, las relaciones interpersonales, el ambiente mental/emocional, la inspiración, la creatividad, el poder personal, el estado de salud corporal y muchas otras cosas más, discurren bien distintos cuando hay combustible energético, que cuando no lo hay. Esto se refleja bien claro en la diferencia que hay entre un día en el que he realizado alguna práctica espiritual y otro en el que las presiones cotidianas o la “falta de tiempo” me lo impiden. La calidad de mi energía personal, incluida la física y mi disposición interna acusan la ausencia o plenitud de ese combustible, de una manera por demás contundente. Marca una diferencia que a veces es sutil y apenas perceptible y otras tan notable como llevar un día muy tranquilo o uno donde todo se me hace cuesta arriba.
Más que una forma de practicar aquello que enseño y predico, y que es parte de mi camino espiritual, es también una cuestión de responsabilidad personal. Me gusta homologarlo al baño diario y otros hábitos de higiene cotidianos. Es obvio que podemos pasar un día o más sin bañarnos o sin cepillarnos los dientes, no es mal de morir, pero todos sabemos que tarde o temprano, empezaremos a oler mal, a criar gérmenes a diestra y siniestra y muy probablemente a experimentar el rechazo ajeno, sin dejar de lado la posibilidad de convertirnos, si esto se prolongara, en un hospedaje propicio para infecciones y colonizaciones orgánicas de toda índole.
Dice un principio metafísico que “como es arriba es abajo”, por ende, encuentro un gran paralelismo entre la higiene corporal y la higiene energética o espiritual. Cuando ésta última falla por cualquier causa, poco a poco nos vamos ensuciando, nos vamos “cargando” a nivel sutil, y con ello toda infección es posible, ya sea a nivel físico, psíquico o espiritual que tarde o temprano se puede manifestar a través de alguna enfermedad o desequilibrio.
Es un fenómeno muy básico, donde falta energía, campa la desarmonía, se vuelve proclive a la invasión y si las condiciones se mantienen descuidadas, finalmente sobreviene el deterioro. Ocurre en la descomposición de la basura o de un cadáver, ocurre en una casa abandonada, y en un cuerpo que se expone a energías insanas o que contravienen la vida.
Una persona carente de energía, la chupará de otros de manera consciente o inconsciente, bien a través del conflicto, de la manipulación o jugando el rol de víctima, entre otras muchas formas sutiles y no tanto. Una persona con déficit de energía, también será más propensa a enfermarse, física, psíquica o espiritualmente.
Cuidar la propia energía aparte de ser una responsabilidad hacia otros, es el mejor autoregalo que nos podemos hacer. Un día que empieza con una buena dosis de energía, hace que nuestra salud se fortalezca y/o enfermemos menos, que la percepción de las cosas cambien, que las relaciones interpersonales transcurran de un modo más armonioso y que los problemas se aborden de distinta manera, con otro talante. Lo que un día flojo se nos antoja una montaña, en un día lleno de energía, es pan comido.., hay combustible.
Hacer acopio de combustible, no va a eliminar necesariamente los obstáculos y baches de nuestro camino, del mismo modo que llenar el depósito del coche no hará que éstos desaparezcan de la vía, pero decididamente nos fortalecerá de muchos modos para conducirnos, y así sobrellevarlos o enfrentarlos de una mejor manera.
Es importante que hacer acopio de energía (o combustible espiritual) se convierta en un hábito cotidiano, volviendo al ejemplo, como lo es el aseo personal. Recuerdo que la Madre Teresa lo exponía muy bien al decir que si no tuviese el hábito de orar por lo menos 3 horas diarias, nunca hubiera podido disponer de la energía suficiente para poder llevar a cabo su labor humanitaria cada día.
La fórmula de 3 horas diarias no es algo que encaje fácilmente en la rutina de la mayoría de nosotros, más tengo comprobado que aún 15 a 30 minutos como mínimo son más que suficientes para cambiar y mejorar ampliamente la calidad de nuestra vida en todos los sentidos.
Elige pues tu propio método, enciende tu luz para ti y para el mundo y nunca dejes de brillar, sabe que eres profundamente necesario y como nunca en estos tiempos, donde tu luz puede disipar fácilmente la más grande oscuridad…
©Rita Páez – http://ReikiEnCastellon.com
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